Sería catastrófico no iniciar la zafra; el 80% de la economía regional depende de la caña de azúcar

Alejandro Narváez

Cuenca del Papaloapan.

En medio de la crisis cañera que atraviesa el país, el reciente acuerdo federal con el sector azucarero trajo un respiro al anunciar el incremento de los precios arancelarios en un 156 y hasta un 210 por ciento; esto, en términos prácticos, blinda al mercado nacional, pues impide la importación de azúcar por su elevado costo. Sin embargo, persisten voces que plantean la posibilidad de no dar inicio a la zafra, propuesta que, de concretarse, tendría consecuencias económicas y sociales de gran magnitud.

No comenzar la zafra sería un golpe demoledor para toda la región, especialmente en la Cuenca del Papaloapan, donde la caña de azúcar representa el 80 por ciento de la economía local; suspender la molienda significaría paralizar el movimiento comercial, desde las grandes empresas hasta los pequeños negocios, afectando tanto al comercio formal como al informal, incluyendo incluso a las tienditas de barrio que dependen del flujo económico cañero.

El daño no se limitaría a los ingresos diarios, sino también al patrimonio de miles de productores que ya invirtieron importantes recursos en sus cultivos; tractores, alzadoras, carretas y demás implementos agrícolas que fueron adquiridos con esfuerzo, crédito o ahorro, con la esperanza de recuperar lo invertido durante la cosecha. Si la zafra no se inicia a tiempo, gran parte de esa inversión se perdería irremediablemente.

Aunado a ello, las intensas lluvias registradas en las últimas semanas han complicado el panorama; la falta de pisos firmes en campo impide la entrada de maquinaria, lo que ha provocado la reprogramación del inicio de la zafra en varios ingenios. Los productores coinciden en que sin condiciones adecuadas en el terreno no es posible arrancar, pues las alzadoras y camiones no podrían operar con eficiencia ni seguridad.

Por ello, quienes insisten en frenar el inicio de la zafra, más allá de sus argumentos personales, estarían actuando en perjuicio del colectivo; su falta de compromiso amenaza la estabilidad de un sector que da vida a la región y sustento a miles de familias. Hoy, más que nunca, la unidad y la responsabilidad deben prevalecer para garantizar el futuro de la agroindustria cañera.