Enrique Ruiz Castro
Alvarado
La alcaldesa de Alvarado, Lizzette Álvarez Vera, terminó tragándose sapos, culebras y hasta víboras de dos cabezas para posar sonriente junto al impresentable Polo Deschamps, el mismo al que ella misma atacó, desacreditó y quiso descarrilar durante la campaña. La foto es la estampa perfecta de la hipocresía política y del sometimiento absoluto al grupo que realmente manda.
Porque la verdad es simple:
Lizzette no se tomó la foto porque quiso, sino porque Rocío Nahle se lo ordenó.
Y ella obedeció sin chistar.
Polo Deschamps —el mismo que dejó en ruinas a Medellín de Bravo con malos manejos, deudas y un desastre administrativo— no ganó Alvarado, pero aun así obtuvo su premio de consolación gracias a los favores cobrados en la campaña. Nahle lo premió por prestarse al golpeo sucio contra Pepe Yunes en la contienda de 2024. Ese fue su verdadero mérito.
En Morena ya ni se esfuerzan en ocultarlo:
ser corrupto, impresentable o incompetente no es estorbo; al contrario, parece requisito.
Ahí caben todos mientras sean útiles para la maquinaria política.
Las redes sociales hicieron pedazos a Lizzette Álvarez Vera.
La tundieron sin piedad por posar con su enemigo político, por su incongruencia y por su falta de dignidad. La exhibieron como lo que es hoy: una funcionaria sin criterio propio, subordinada totalmente a los caprichos de Nahle.
Y, para rematar, queda en evidencia que sus “expertos” en comunicación social no sirven para nada. Le cuestan un dineral al Ayuntamiento y ni siquiera son capaces de evitar que la alcaldesa quede como una figura débil, manipulable y con la reputación por los suelos.
Lizzette terminó pagándole pleitesía al mismo personaje que quiso bloquear… y todo por obedecer órdenes.
Así está el nivel en Alvarado. Así está el nivel en Morena.



